Un día memorable, sí, un día para recordar. Porque lo que compartimos el domingo 11/05/2025 fue la enorme felicidad de disfrutar de la sencillez. Lo sencillo en este caso fue el compromiso enfrentándose al expolio, el compartir que se oponía al acaparar, lo pequeño peleando contra lo grande, la calidez humana resistiendo a la frialdad y la catástrofe inversora. Lo sencillo fue la generosidad, el apoyo mutuo, el trabajo en favor del colectivo. En definitiva: la cultura sembrando belleza, la vida que a duras penas resiste contra la expansión del sistema aniquilador.
El compromiso contra el expolio. Empezamos el día encontrándonos en Carrugueiro, se trataba de comenzar conociendo y denunciando la desfeita (el estropicio) de una obra sin licencia y sin amor, de confrontar nuestro compromiso frente al expolio destructor. En unas circunstancias completamente desapacibles; bajo una lluvia incesante, con un viento que destrozaba los paraguas y con un frío que atería las manos, todo eran sonrisas. Se ve que el compromiso que nace del amor a la tierra y a la vida es una fuerza que calienta las manos y alegra el corazón. Entre risas y abrazos, muertos de frío, ascendimos por la herida, ilegal, sangrienta y sangrante, abierta en las laderas de la sierra de Penouta. Que dolor transitar esa nueva-otra agresión. A nuestro caminar el agua arrastraba toneladas de tierra fértil producto de cientos de miles de años de acumulación. Los dos bienes más preciados, lo más sagrado: el agua y el suelo fértil, ambos destrozados por el analfabetismo, que ha cambiado la fascinación por los misterios y bellezas de la vida por la adoración al dinero. Que dura es esta condena, que en el camino apresurado al fin de la vida en el planeta tierra, aleja a las personas del amor a la vida, de la alegría vital, de la comunidad, del bien común, del cuidarse y los inunda de ansia de dinero, rencor, insatisfacción y desprecio. La tierra, la tierra, que el domingo vimos arrastrar ¿dónde estará? la tierra que vimos desarraigar, a nosa terra á que xeración tras xeración deunos de comer ¿onde tá?, está ya en el fondo del mar, matarile-rile-rile-rile, en el fondo del mar y ya nunca jamás volverá.


El apoyo mutuo, el trabajo en favor del colectivo. Alegres, pero con el alma herida, de Carrugeueiro marchamos en dirección a Santalla por la carretera que une La Garganta y Penouta. Un camino este, que transita la geografía de mi corazón. Pasamos a escasos metros da casa de meu buelo materno, onde escuitei tantas palabras que xá se perden y onde radicaban as historias de polavilas, cabalos, lobos, truitas, fontes e carballos que sobrecogido de fascinación y envidia escuchaba, de la niñez rural, boscosa y de polavilas de su madre, un niño del individualista páramo urbano. Un ciento de veces, un feixe de veces, pedín a mi madre que me explicara cómo era eso das polavilas que no era capaz de entenderlo, que en algo me estaba mintiendo, que no me podía creer que algo así sucediera aquí hace sólo 70 u 80 años. Más veces que se lo pregunté, más veces que mi madre no se explicaba que era lo que yo no era capaz de entender. Así seguimos hasta ahora, en que por más veces que trato de explicarle con gestos, palabras y lágrimas que creo y siento que ella creció en un mundo más hermoso, generoso, libre y justo que en el que he crecido yo; ella, como tantas de las personas de su generación, no es capaz de entenderme.
Lo pequeño peleando contra lo grande. Llegados a Santalla fue el momento de la reunión. Formamos un abundante círculo de personas de las organizaciones cómplices en la defensa del territorio. Se repasó el trabajo hecho desde la plataforma Xente-Oscos Eo y el estado de los proyectos eólicos de los que pretendemos salvarnos. Se habló también del desigual combate que se establecía entre Quijote a lomos de Rocinante, armado de la plateada lanza de la lucha por la vida, enfrentándose a tan gigantescas empresas; que disfrazadas de defensoras medioambientales cuentan además con la connivencia del gobierno asturiano que silencia y desplaza cualquier funcionario dispuesto a emitir un informe que perjudique a sus intereses.


La calidez humana resistiendo a la frialdad y la catástrofe inversora. Cuando se recordó el origen y la composición de la plataforma Xente-Oscos Eo, se quebró la voz. Brotaron las lágrimas de emoción recordando al puñado de personas que ante la amenaza de convertir el occidente asturiano en un solar eólico-industrial no tuvieron nada más productivo que hacer que organizarse y oponerse al expolio del territorio que habitamos. Es el occidente asturiano un área con muy baja densidad de población, por lo cual las industrias extractivistas y el gobierno Asturiano pensaron que sería un coto de caza libre para sus desmanes. Sin embrago “las cabras echadas al monte” que formaron Xente-Oscos Eo fueron capaces de, levantando el disfraz medioambiental, mostrar las dimensiones de la catástrofe que se escondía debajo y movilizar a buena parte de los vecinos en la defensa de nuestro-su territorio.
El compartir que se oponía al acaparar. Llegó la hora de comer y nos reunimos en un espacio precioso, confortable y funcional que con delicadeza y voluntad habían amañado las compañeras organizadoras ¡Un comedor y un teatro al mismo tiempo! La comida fue un incesante trajín de platos. ¿Puede haber algo más sencillo y humano que compartir los alimentos? Cuánta abundancia había de todo y todo estaba riquísimo, porque todo estaba hecho con el afán de agradar y de bien alimentar a nosotros mismos y al prójimo.
La cultura sembrando frente la destrucción. Así que ya con la barriga chea y un cafetín con gotas nos dispusimos a disfrutar de las actuaciones musicales y la tarde floreció. La extraordinaria fuerza telúrica de “Erikas e peluxías”, producto de su profundo amor por la tierra, la lengua, la tradición y la cultura, unido a la perfecta conjunción y el empaste de sus voces, provocó una explosión de disfrute y empatía. Todo la suma de afectos, de complicidades, de amistad y amor a la tierra que habíamos acumulado durante la jornada se desparramo en una catarsis de placer, de fiesta, de baile, de admiración y sintonía entre las artistas y el público, ¡Qué fiestón!. Ya nadie se movió de ese lugar y a cada nueva actuación se volvía a producir el encuentro del cielo y la tierra entre artistas y público. La Llillirigota nos cautivó con sus ácidas letras y su desparpajo. Gracias Llilliirigota por venir desde el lejano centro-oriente a darnos una descarga de alegría y energía. Siguió un encantamiento que levantó de sus asientos a los más mayores que no se pudieron resistir a bailar bajo el influjo del gaitero de Serandias Jose Luis “Patas”. El jolgorio, la comunión de los artistas, a cada cual más distinto, con el público no cesaba. Exhaustos de tanto baile y tanta emoción desbordada, Reinhold y Sabrina Zerkowitz no nos dejaron descansar, nos hipnotizaron y nos llevaron por un viaje musical casi místico que no queríamos dejar que parara. Cuando estábamos felizmente agotados, pero tristes porque el fiestón se acababa, se apoderaron del escenario las Barbietúricas para desgarrarnos las entrañas, hacernos exprimir las últimas gotas de energía que nos quedaban y dejar en nuestras cabezas para siempre “han venido a verme las caras de veeeeeelmeeeeeeeeeez”. Un broche apoteósico para cerrar la jornada. Pero no, no, no, ¡no!, todavía la tarde nos regaló un final de cuento. Nabil “Lady Donut” se subió al escenario para cerrar la jornada cantando maravillosamente, todo corazón, una de las canciones de las princesas de Disney. Ni tú, ni yo, ni nadie podía imaginar un final así. Acabar el fiestón escuchando lo más capitalista, machirulo, homogeneizante, consumista, estereotipado y mentiroso: una canción Disney. Pero esta princesa Disney habló, por la garganta y el corazón de Nabil sabiendo que este era su momento y su lugar. Sabiéndose hermana de nuestras luchas y desprecios “Lady Donut” nos cantó hablando de discriminación, de colonialismo y de amor a la tierra. Y fue el final más inesperado, esperpéntico y hermoso que pudiéramos tener, volviendo a gritar por la tierra, la tierra que unas horas antes vimos arrastrar, la tierra que vimos desarraigar matarile-rile-rile-rile.



El generoso desinterés contra el mezquino interés. Llegado este momento y para mi desdicha me tuve que marchar. Acompañado de buenos y generosos amigos que me llevaron a casa, marché feliz y contento como una perdiz. Pero cuanto mucho más me hubiera gustado poder quedarme a recoger, barrer, limpiar, ordenar y comentar con las compañeras, afortunadas ellas, que desinteresadamente, en apoyo mutuo y trabajo colectivo, dejaron el local como una patena. Si hubiera que ilustrar el espíritu del día “la enorme felicidad de disfrutar de la sencillez” no habría mejor manera de hacerlo que con la fotografía de la satisfacción de las personas desinteresadas después de que recogieron el local.

Otras voces del colectivo. Otroas de las personas que allí estuvieron describieron la jornada con mucha más sencillez: ”Sempre é maravilloso compartir con a xente que traballa por a dignidad da terra i as suas xentes”; “Alegría de vivir (con toda la preciosa, divertida y combativa carga que estas tres palabras así juntitas llevan consigo) eso fue el encuentro para mi”; ”Unión compromiso, naturaleza, tierra”; “Muy bonita fiesta, juntarnos, comer, compartir un rato y disfrutar de la música”; “Resistencia, lluita, resilencia, Forza, Amor, coherencia”
Y por último, os dejamos el enlace a un bonito vídeo resumen del encuentro: https://www.instagram.com/reel/DKNcN6cppYR/?igsh=MWFiZ3Q4emxodmw3MQ==